Hace unos cuantos meses prometí que iba a contar la historia del barco hundido cuyos restos se encontraban en el ejido Lagunitas y hoy les narro ese acontecimiento sucedido hace un poco más de 150 años. Todo comenzó a mediados del siglo antepasado, en los años de 1850 cuando la fiebre del oro en California y Arizona estaba en efervescencia y los ríos eran utilizados como la forma más rápida y barata para desplazarse hacia los estados de la costa del Océano Pacífico, así como la manera más segura y eficiente, debido a los continuos asaltos a las diligencias y los ataques de los Apaches. Durante varios años los ríos constituyeron un camino más seguro que las peligrosas rutas por tierra que seguían las diligencias tiradas por mulas y caballos, y caravanas grupales que formaban colonos para ir en pos de un pedazo de terreno donde establecerse permanentemente. Así, para trasladarse a las tierras recién adquiridas, los viajantes preferían viajar por las corrientes del Colorado para llegar al interior de Arizona, ya que era navegable por barcos planos hasta en un trayecto de 600 millas a partir de su desemboque en el Mar de Cortés, naciendo de esta forma una próspera actividad que utilizaba como medio de transporte los barcos de vapor, naciendo también todo tipo de negocios a través de las rutas, tal como la venta de leña para alimentar las calderas, el mantenimiento a los vapores, la elaboración y venta de comida, y la reparación y construcción de botes y barcos planos . Era tal la vorágine causada por el oro, que los barcos que se utilizaban en el Río Columbia eran desarmados y trasladados para trabajar en los ríos Sacramento y Colorado. Antes de que apareciera el barco que muchos años después se hundiría en lo que sería el ejido Lagunitas, llamado Explorer, ya había sido puesto a trabajar el primer vapor que incursionó por el colorado, llamado el Tío Sam que se arriesgó a aventurarse entre los desconocidos canales en que se dividía el Río Colorado en su delta, para llevar alimentos y mercancías al Fuerte Yuma en 1852. No fue sino hasta 1857 cuando apareció el ruidoso y ridículo barco llamado Explorer, del que se decía que por su forma era un vapor muy feo y risible, más que nada se formaba esa opinión porque los barcos que navegaban el Colorado eran elegantes y con ciertos lujos, contando con camarotes y cubiertas vistosas, propias de la High Life que los frecuentaba. El vapor Explorer fue construido en la ciudad de Philadelphia Pennsylvania con una extensión de 150 pies de largo y casco de fierro, y por diversos motivos fue desarmado y vuelto a armar en ocho ocasiones; Primero, fue enviado a Panamá después de ser probado en el río Delaware para ser desarmado y atravesar el istmo Panameño en piezas, evitando un largo rodeo a Sudamérica para pasar al Océano Pacífico por el estrecho de Magallanes o tierra del fuego. Una vez que atravesó Panamá en ferrocarril, fue subido a un gran lanchón y transportado hasta San Francisco California para después ser enviado al Mar de Cortés, a uno de los ramales del delta del Colorado llamado Corriente de Santa Clara, donde fue reensamblado para su primer viaje oficial hacia aguas arriba del Río Colorado, a fin de explorarlo y ver hasta donde podía llegar. En este primer viaje abordó un grupo de 12 personas considerado como brigada científica, compuesto por un Ingeniero de Energía, el director de Historia Natural, un Topógrafo, un Astrónomo, un Meteorólogo, un Agregado Artístico y un Naturalista, así como el Capitán y Piloto de la nave David C. Robinson, además de tres jefes indígenas Cucapah de rancherías asentadas en el trayecto, igualmente, estaba el responsable de la expedición, Joseph C. Ives. Por tierra los acompañaría una brigada militar que no tuvo cupo en el vapor, compuesta por 25 soldados del Fuerte Yuma con el propósito de avanzar al parejo. El pelotón llevaba una recua de mulas que cargaba comestibles y herramientas, desplazándose por la vieja vereda indígena llamada camino del Mesteño, por el lado Sonorense, para coincidir las veces que fuera necesario y abastecer de alimentos a los científicos del Explorer. Sin embargo, como la tropa salió en sentido contrario, del Fuerte Yuma, cuando el Explorer ya había navegado durante unos días, y solamente se dio un contacto con la escolta de tierra en el Valle del Mohave, unas 200 millas aguas arriba del Fuerte Yuma, cuando el barco ya iba de regreso. Habiéndose completado el reconocimiento por la expedición científica después de tres meses en el armatoste y no habiendo sufrido serios contratiempos, el Teniente Joseph Ives elaboró su reporte al Secretario de Guerra de los E. U., narrando los pormenores y anotando todas las observaciones hechas por sus acompañantes. Fue en base al reporte de Ives que en 1860 se haya declarado oficialmente como navegable al Colorado. Meses después de la misión del Teniente Ives, el Explorer estando atracado cerca del poblado de Los Algodones, fue arrastrado por una fuerte corriente del Colorado, desapareciendo bajo sus aguas sin saberse donde había quedado durante cerca de 70 años hasta que fue encontrado en 1929 en terrenos de lo que hoy es el ejido Lagunitas. Cuando los restos del Explorer fueron encontrados se veía un cascarón carcomido a medio enterrar, cercano al paredón del riito cuando se hacían los trabajos de desmonte de la parcela 92 propiedad de José Chávez Cisneros. El armazón presentaba señales de saqueo y falta de varias placas de hierro que fueron extraídas a pedazos para usarse como comales. Igualmente, parte de la estructura de refuerzo del buque fue utilizada en la construcción de las primeras represas para riego. Al principio, la gente del lugar se preguntaba acerca de la barca, ¿De dónde vino? ¿Quién la trajo? ¿Desde cuándo está aquí? Se sabe que un grupo de Cucapáhs fue e que halló el casco metálico al bajar las aguas que inundaron los valles de Mexicali y San Luis en los años de 1905 y 1906. Ellos empezaron a desenterrarlo y al llegar a su casco después del año de 1919, se esparcieron rumores sobre cuantiosos tesoros que llegaron a oídos de aventureros, quienes hurgaron en forma clandestina durante más de 10 años, para finalmente dejar descubierto un lanchón ferroso totalmente enmohecido. De esta forma, del misterioso barco hundido en Lagunitas se hizo cundir la noticia de su descubrimiento en el valle de San Luis. A través de periodistas se enviaron reportes y fotos a Yuma, Caléxico y Tucson causando expectativas e ilusorios proyectos de recuperación en 1929. Considerándose este año como el de su hallazgo oficial. M. Rouse, Jefe de Ingenieros del Chandler Ranch elaboró ese mismo año un reporte al respecto y para comprobar las hipótesis de Randall Henderson, viajaron ambos al lugar junto con don Francisco Pacheco, donde contactaron al Sr. Braulio Chávez Cisneros, a quien pidieron los guiara hasta el barco. Una vez que el pequeño grupo de Henderson valoró los restos, y considerando su avanzado deterioro, decidió que no valía la pena ningún otro esfuerzo. El hallazgo del Explorer reafirmaba lo que ya se sabía del Río Colorado: que periódicamente aumentaba su caudal con los deshielos de las partes altas de las Rocallosas y las lluvias de verano en su amplísima cuenca, causando fuertes avenidas que inundaban gran parte de los valles de Sn Luis, Mexicali, Yuma e Imperial, y que en esos años el Colorado corría en forma bifurcada a través de varios cauces en el llamado Delta del Colorado. Fotos: Rio Colorado, Inundación en los años de 1905-1906, Barco Explorer y Restos del barco hundido encontrados en el Ejido Lagunitas en 1929. Para esta narración se tomó como base el tema aparecido en la obra del Profr. Federico Iglesias Serafín, “Puerto Isabel, tomo 2”
Ramón Noriega